lunes, 22 de diciembre de 2008

Cuentos de la princesa, parte I


Érase una vez que era en un lugar lejano del corazón, vivía una princesa hecha con luz de sol.

Esta princesa tiene la piel blanca como la nieve, un hermoso cabello rojo o casi rojo, los labios color de rosa y unos hermosos ojos cafés, aunque los pupilentes verdes le sientan de maravilla.
Sin embargo, pocos saben que en realidad es una princesa. En estos tiempos modernos en que las computadoras, el Internet y la globalización se han apoderado del mundo, ya no hay castillos encantados, ni dragones que arrojan fuego, así que casi todas las princesas estudian en escuelas normales, tienen trabajos normales y en resumen, hacen todas las actividades que suelen hacer las plebellas y las no tan bellas.

Pues bien, si habren su imaginación, podrán ver a la princesa, que por cierto, trabaja en la empresa más importante del reino. Si nos acercamos un poco, sin hacer ruido, nos daremos cuenta que está princesa siempre está atareada, con más trabajo que dos cenicientas juntas, organizando el mundo para su jefe. Si la ves así, pensando siempre en los demás, ocupándose de todo, ayudando a los que menos tienen, te preguntas de donde saca tanta energía y valor para hacer tantas cosas. Siempre ocupada, parece que todo el tiempo del mundo no le es suficiente e incluso le falta tiempo para ella misma.

Ahora, vayamos a otra parte de este mismo edificio, subimos las escaleras y ahí en las alturas, encontraremos a un caballero, que también trabaja aquí y que por cuestiones de la modernidad no tiene caballo ni armadura, pero que igual va por el mundo, buscando una mejor forma de vivir, una forma de ayudar a otros a despertar del hechizo del sueño en que vive la mayoría de la gente. Este caballero es un buscador y cada vez que encuentra a alguien que necesita ayuda, le ofrece compartir un poco de sus descubrimientos, de esa nueva forma de pensar y de vivir, que nos permite ver el mundo tan hermoso como es en realidad.

Este caballero estaba muy ocupado tratando de encontrar la forma de despertar a las personas del hechizo del sueño en el que viven, que les hace ver tristeza y sufrimiento en todas partes, como si la vida fuera un castigo y no una oportunidad de aprender y de disfrutar de la creación del señor. Como este caballero ya había vivido muchos años (menos, menos, que no es para tanto), creyó que ya no encontraría a la princesa de su vida y que pasaría los ultimos años de su existencia en solitario, buscando y aprendiendo de aquellos que habían despertado antes que él.

En su juventud había errado el camino y perdido su sueño. A pesar de las visicitudes que tuvo en la vida, siguió adelante y cumplió con su deber, como todo buen caballero. Ahora que por fin había terminado su tarea, se preparaba para ser independiente y feliz a su manera, compartiendo sus descubrimientos con aquellos que lo necesitaran y que además estuvieran dispuestos a escuchar, dispuestos a intentar una forma diferente de vivir.
Generalmente, son los caballeros los que van por el mundo buscando a las princesas, pero como ya dije antes, este caballero ya no esperaba encontrar alguna. La realidad es que en esta época no es fácil descubrir a las princesas, ni tampoco saber si necesitan o no, ser rescatadas.

Para entender mejor esta historia, volvamos al pasado, apenas un año atras y por esta mismas fechas. Nos encontramos al caballero enfrascado en una de esas arduas tareas que le encomienda la mejora empresa del reino. Cuando Mahoma no va a la montaña (recordemos que el caballero no buscaba princesas en apuros), el destino o la vida, mueven sus hilos para que la montaña vaya a Mahoma. Ese día la princesa decidió que tenía que subir a visitar a su amiga, que casualmente, trabaja en la misma oficina que el caballero y apareció ante él como un milagro de navidad, cargada de cojines bordados, feliz como una campana en día de fiesta y orgullosa de traer un presente para su amiga. Como su amiga no estaba, le pidió al caballero que le explicara a su amiga que le dejaba los cojines que había había hecho ella misma, de forma especial como regalo de navidad. Así fué como por primera vez, la princesa y el caballero se hablaron.

Pasaron las fiestas y un día del nuevo año, el caballero pasó una vez más por el pasillo en donde se encuentra trabajando la princesa, como fiel guardiana de la oficina y la tranquilidad de su jefe. El caballero pasó de largo, pero esta vez, sintió que podía compartir algunos de sus hallazgos con la princesa. Volvió sobre sus pasos con una sensación de mariposas en el estomago y le preguntó a la princesa, si quería que le enviará esos mensajes que día a día el caballero compartía con otras personas. La princesa acepto con una sonrisa y el caballero continuó su camino, feliz de poder ayudar a alguien más a empezar a despertar del hechizo del sueño.

A partir de entonces, cada día el caballero le enviaba a la princesa no un mensaje, sino dos. El primero era el mismo que enviaba a los demás; el segundo, era especial, llevaba sus primeros descubrimientos de una forma de pensar diferente. Era como invitarla a asomarse a una gran ventana llena de luz, con una claridad que te deja ver un mundo mejor, que te devuelve la fe en que la vida puede ser diferente, con tan solo intentarlo.